«VIVO»
Era más tarde de las doce cuando Rebeca y sus padres llegaron a la nueva casa. Estaban en un pueblo cerca de Rayvens, en Francia. Ese pueblo estaba situado en la linde de un bosque, y para Rebeca era un lugar precioso.
La nueva casa era tan grande como una mansión. Bajaron del coche y vieron acercarse una mujer mayor, más de cerca se le distinguían a la perfección las arrugas de la cara y los grisáceos ojos. La mujer dijo:-Espero que les guste, tiene 16 salas, es decir, 6 habitaciones individuales y 4 matrimoniales, y contando el salón, la cocina, los 3 baños y el sótano-. Rebeca y sus padres no esperaron a entrar en su nuevo hogar. Ya dentro descargaron el equipaje y subieron a sus respectivas habitaciones.
La habitación de Rebeca era alucinante: la cama estaba situada debajo de una ventana, desde donde se veía el extenso bosque, y tenía un armario de perchas y tres cajones para ella sola, además de un pequeño y bonito tocador que había encima de un escritorio. Rebeca corrió abajo a la hora de comer.-¡¿Qué demonios has estado haciendo toda la mañana ahí en cerrada?¡-, preguntó su madre,-Nada especial, supongo-, contestó ella.
Por la tarde, Rebeca se puso su chaqueta favorita, se recogió el pelo y salió a dar un paseo. Por una zona donde había un parque vio una chica, que sería de su edad, y la saludó.-Eres nueva por aquí,¿me equivoco?-, dijo la chica,-Claro que sí, he venido por la mudanza. ¿Cómo te llamas?-, y la chica respondió-Yo soy Aynna, pero puedes llamarme bruja, como todos los demás-. Pese a esta introducción, Rebeca siguió hablando con ella.
Pasaron la tarde juntas, y se hicieron amigas, hasta que un día Rebeca la llevó a ver su casa, pero la criada la llamó «bruja» y «mala hierba», cosa que Rebeca no entendió, pero su amiga Aynna sí, pues le lanzó una mirada de odio, pero esbozando una sonrisa.
Al día siguiente, se dio la noticia de que la criada de la casa de Rebeca había fallecido ahogada con una soga. Rebeca fue a contárselo a Aynna, pero vio a la criada fallecida cargando leña para la chimenea, y también vio a Aynna sonriendo malévola.-¡¿Por qué haces esto, acaso la mataste tú?¡- exclamó Rebeca, y Aynna contestó-Yo nunca haría daño a un ser «vivo»-.