Abrí los ojos, me encontraba en clase, me había dormido. Exactamente nos estaban explicando la prehistoria. Solo se escuchaba la voz de mi profesora, Eva, tan aburrida como siempre, giré la cabeza para vez a mis compañeros, la mayoría distraídos dibujando o jugando con extraños juguetes que llevaban en el estuche, volví a dirigir la vista a Eva cuando vi algo en un armario situado en una esquina de la clase.
La campana sonó, todos mis amigos recogieron y salieron corriendo para irse a sus casas. Yo me quedé solo en clase y, cuando no había nadie cerca, abrí el armario. Tan solo libros y más libros ocupaban todo el espacio disponible ahí dentro, intenté llegar a lo alto pero por desgracia el armario se tambaleó y parte de los libros cayeron al suelo. Por suerte allí ya no quedaba nadie así que no oyeron el sonido. Me solté del armario, triste de no haber encontrado nada, tal vez fue mi imaginación, cogí la mochila y me dispuse a irme cuando un irritante chirrido salió del mueble, un pasadizo se abrió ante mis ojos y yo, debido a mi amor por las aventuras, me adentré en el túnel.